jueves, 9 de noviembre de 2017

LA CONFESIÓN II (Continuará...)



Y a partir de ese momento todas las palabras que salieron de su boca se grabaron en mi memoria como auténticas llamaradas de fuego que ella se encargaba de alimentar con una sonrisa sardónica que, si bien, al principio, no percibí, al final, se convirtió en la mueca que, desde aquel día, me persigue en todos mis sueños.
-Como bien sabes, mis padres me adoptaron cuando ya tenía siete años. Mi padre, el constructor Bonifacio, era un bebedor empedernido y, posiblemente, ese vicio, fuese la causa de su esterilidad, sin embargo, en la sociedad de los años cuarenta, nadie achacaría la falta de descendencia al varón y, por tal motivo, acarreó con la tara de la infecundidad a mi querida madre, Concha, quien soportó las infundadas acusaciones con verdadero estoicismo. En realidad, pecaría de injusta al censurar a mi padre adoptivo por sus excesos con la bebida, pues, en cierta manera, tal circunstancia, benefició mi vida ofreciéndome unas oportunidades que no habría tenido nunca en otro seno familiar.
La alegría de tener una niña suplió las amarguras de un matrimonio que se limitaba a soportarse y guardar las apariencias, por tal motivo, desde el momento en el que entré en aquella casa, el cariño de mi madre se decantó por mí y dejó a mi padre en un segundo plano. Bonifacio, que era así como yo le llamaba, mantenía sus costumbres de beber todas las noches hasta el punto de perder la consciencia, por ello precisaba de la ayuda de alguien para conseguir meterse en la cama. Mi madre intentó ocultarme los desagradables espectáculos diarios, no obstante, mi innata curiosidad, propició que lo viese, en más de una ocasión, en su estado más abyecto provocándome la mayor de las repugnancias y animadversión hacia él de la que nadie pudiese imaginar que una niña albergase. Crecí en esa casa donde la opulencia de los negocios de la construcción servía para ocultar la diaria ignominia que se vivía cada noche. Ese ambiente de disimulo sirvió para forjar mi carácter retraído que dio lugar a mi verdadera personalidad calibradora y astuta.
Al fin ocurrió una de las cosas más maravillosas que nunca pude imaginar. Bonifacio, por su condición de dipsómano, cayó gravemente enfermo hasta temerse por su vida, no obstante, y dada la fuerte naturaleza de su organismo, superó dicho embate, aunque con la grave tara de haber perdido la vista. A cualquier otra persona normal, perder este sentido podría haberle conducido a la amargura e, incluso, al suicidio, sin embargo, no fue ese su caso, pues, Bonifacio, se recuperó y aceptó la ceguera como un castigo divino merecido por su perversión y se mostró aliviado y contento al haber logrado conservar la vida a pesar de todo. A partir de ese instante, dejó de beber y consagró su existencia a preservar las apariencias familiares como si, en aquella casa, reinase la concordia que propiciaba la riqueza. Su cambio fue tal que pasó de ser un blasfemo que renegaba de la existencia de todo aquello considerado divino para convertirse en el más ferviente creyente lo que trajo parejo una nueva rutina que fue la de comulgar diariamente. La presencia del párroco se convirtió en habitual en la casa y junto con los extremismos defendidos durante la posguerra, aún se propició, más si cabe, la falsa piedad contrita que Bonifacio exhibía propiciada por la desgracia personal y las apariencias ante las autoridades del momento. Creo que fue en ese instante cuando me convencí de mi completo ateísmo, pero de eso ya te hablaré, con más detalle, en otro de los pasajes de mi vida porque no creo que sea ahora el momento de narrártelo.
CONTINUARÁ...

6 comentarios:

  1. hola! dia a dia, que nos llevas volando entre suspiros para saber que pasa a continuacion, gracias por tan fantastico trabajo! saludosbuhos.

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    1. Muchas gracias amigas
      Espero terminarlo en una próxima entrega. Besos

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  2. Hola Francisca, para la narrativa tienes unas dotes estupendas, me encanta pasarmen por tu casa.
    Buen finde.
    Besos.

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    1. Muchas gracias Mari Carmen, siempre eres muy bienvenida. Un abrazo y buen fin de semana.

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  3. Bueno Francisca, sigue la entriga, y la verdad es que está tela de interesante. Madre todo lo que está soltando.

    Besos :D

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    1. Pues aún hay más sorpresas. Espera y verás. Gracias por leerlo. Un abrazo.

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