lunes, 20 de enero de 2014

PERSONAS, CIUDADANOS, CHUSMA.




Nunca dejará de sorprenderme la actitud de los políticos profesionales. Se reúnen, cada fin de semana,  en sus sedes con el único fin de predicar como si de un púlpito religioso se tratase. No importa de qué tendencia o idiosincrasia sea, el sistema es el mismo: descalificar al contrario y meter cizaña entre los ciudadanos. He usado el término ciudadanía deliberadamente pues, podría haber usado el término personas, pero, en verdad, son pequeños matices que esa élite gobernante nos hace reflexionar, así, yo me considero una ciudadana tal como lo recoge en sus acepciones el Diccionario de la Real Academia Española, “la ciudadanía es el conjunto de los ciudadanos de un pueblo o nación.” No entraré en más matices semánticos del término, pues, si se analizan los discursos políticos, de toda índole, nuestra condición de ciudadanía se encuentra más próxima a la categoría lo que sería la chusma que la de personas. Sí, uso el término de chusma es el resultado de ver la actitud que mantienen con el electorado después de haberlo usado y tirado hasta los próximos cuatro años cuando se vuelvan a convocar elecciones. Esa élite que se asienta alrededor de los centros de poder quienes, a la ciudadanía, nos denigran hasta la obscenidad con despropósitos llenos de cargos y sobrecargos.
Manifestación de 1916 en la ciudad de Valencia
Un buen ejemplo lo constituye  el hecho al que hemos asistido estos últimos días a la reacción ciudadana contra la impunidad política de los que ejercen el gobierno absolutista. Esta vez ha sido un barrio obrero de una tranquila ciudad: Burgos. Los vecinos han intentado resolverlo de la manera más pacífica posible, pero eso no siempre es fácil, cuando se provoca a los vecinos con ataques y acosos policiales, la reacción defensiva es instantánea.
Se ha demostrado que la unión del pueblo sí que sirve, que sí tiene valor para parar las injusticias. Algunos neoliberales tachan de arbitraria la actitud del vecindario por no aceptar que se cumpliese el programa electoral, pero da la casualidad que sólo se pretendía cumplira aquello que fue incluido de manera torticera y ambigua, cuya única intención era la de enriquecer a unos pocos, a costa del resto de la ciudanía.
Nada es lo que aparenta y todo es lo que nos concierne pues todo es verídico. Subidas de impuestos, salarios que vuelven a la añoranza de épocas donde el coste de la vida era más racional, sinrazones argumentales de justificación de la oligarquía política, en definitiva, el descontrol provocado por la rapiña.
Por último, he buscado el término rapiña en el diccionario de  la RAE  y su significado es directo y contundente:
Rapiña: robo, expoliación o saqueo que se ejecuta arrebatando con violencia.

Las preguntas que me surgen son múltiples ¿quién ejerce la rapiña? ¿Sobre quién la ejerce? ¿Con qué finalidad se aplica? ¿Por qué se ejerce en desmedida? ¿Quién decide?
Es inevitable sentir asco y angustia ante  estas noticias. Una última pregunta ¿quién es realmente la persona, el ciudadano y la chusma?