Leo la prensa y tengo la sensación de estar siendo
transportada al año 1934. Sí, ese año tan desconocido y tan cercano en los
hechos que estamos viviendo.
Un ejemplo de lo que ocurrió ese año y de lo que
ahora se esta repitiendo:
Madrid, julio de 1934, una manifestación de obreros
ante el Ministerio de Justicia. Varios centenares de obreros parados se
manifiestan ante el juzgado reclamando que no se ejecuten los desahucios de sus
casas de alquiler. No tienen dinero para pagar y no encuentran solución a su
miserable vida.
“Mientras una comisión se
entrevista con el subsecretario del ministerio, la manifestación de los obreros
parados se desplaza a la plaza del conde de Toreno, donde algunos oradores espontáneos
dirigieron violentas arengas a la multitud. Con este motivo la fuerza pública
tuvo que simular una carga para evitar que continuase el improvisado mitin.
Al regresar la comisión, todos
los manifestantes se dirigieron a la plaza de España, donde celebraron una
reunión, acordando visitar al alcalde y la presidente de la Cámara de la
Propiedad, para pedirles que los desahucios no lleguen a realizarse.”
ABC, 17 de julio de
1934
¿Por qué me sonará tanto esta historia? Repetimos siempre por el lado amargo y
lleno de equivocaciones.
1934 fue un año clave para nuestro país. No se puede dejar de lado cada uno de los movimientos y revoluciones que se dieron. Os hablaré de mi ciudad: Valencia.
Las manifestaciones se celebraron casi todos los días, no sólo en la ciudad, los pueblos se levantaron contra el descontrol gubernamental.
La forma más popular del pueblo era la de explicar sus inquietudes a través del arte de las fallas.
Esta, ubicada en la plaza de la Reina, se puede ver el campanario de la iglesia de Santa Catalina al fondo. Una diosa oriental sentada sobre el capital y rodeada de monedas nos explica más de un motivo de queja.
Esta otra falla colocada en la calle San Vicente tiene como motivo el cuento de
Alí Babá y los cuarenta ladrones.
Pero no sólo era Valencia, en la ciudad de Alicante, en junio, con sus
fogueres también expresaban el malestar reinante.
Hay que conocer nuestra historia para no repetirla.
Ese es mi punto de vista y los desahucios nos llevan a pensar que no hemos aprendido nada como colectivo.